Decía la canción del flamante holandés que ha ganado Eurovisión este año “Loving you is a losing game” (quererte es un juego perdido o a perder). Precisamente nuestro Miki se hacía eco de esa lyric para manifestar un poco lo que por enésima vez ha vuelto a pasar con España en el festival europeo de la canción.
Promocionando Eurovisión
Cuando a principios de año se conoció la propuesta, me quedé desinflado al pensar que una charanga estaba muy bien para las fiestas estivales del pueblo, pero nada tenía que hacer en una exhibición de competición. Igualmente, mi primera reacción cuando se conoció la escenografía para este año fue negativa. El año pasado el escenario estaba vacío, pero este año, para compensar, Televisión Española montó su propio dúplex, que me evocó la típica estantería de Ikea con su típico esmaltado blanco. Hasta el Community Manager de la marca sueca se hizo eco. Y bueno, lo del muñeco bautizado como “Paco” que, según me dijeron, tenía su propio canal de twitter —no lo comprobé, la verdad— fue too much. “A veces menos es más”.
Sin embargo, he de reconocer que la intención de tomarse en serio —o más en serio que otros años— el festival estaba ahí. Nuestro representante, gracias a un demostrado trabajo durante los tres meses de promoción eurovisiva, consiguió mejorar la actuación previa con la que fue seleccionado como candidato a representarnos en el certamen.
Y aunque siempre me mostré pesimista y prudente, y a pesar de que las casas de apuestas nos confirmaban un tibio puesto central en la tabla de clasificación, en el último momento siempre brota ese poso de esperanza de que nuestro país no pase desapercibido. No aprendemos. El golpe fue similar al de años anteriores, solo que esta vez contamos con la radiografía completa: el jurado profesional fue el que dejó en la “mierdísima” —con perdón— a nuestra canción.
Cómo funciona Eurovisión
En este punto podría parecer que me retractara de mi juicio inicial, que no daba un duro por la canción y la performance, si no fuera por el agravio comparativo que sufrimos cada edición. O dicho de otra forma: no estábamos para ganar a la calidad vocal de Rusia o Suecia, pero nuestro número fue mejor que muchos de los mostrados esa noche por las diferentes delegaciones.
Y lo que demuestra que estas palabras no son fruto de la demagogia típica de los ajenos al festival —no es mi caso, yo lo sigo durante todo el año— son los diferentes vídeos de esa noche mostrando la green room, la sala de prensa y el propio auditorio repletos de competidores, periodistas y visitantes bailando y formando congas durante los escasos tres minutos de actuación. Nuestra charanga no era muy vistosa, pero ¡hostias, no veas si subió los ánimos del público!
Eso debería ser valorado también a la hora de puntuar una canción. Su capacidad para levantar a la gente de las sillas y animarse a celebrar. Al fin y al cabo, esto es puro show.
Eurovisión y sus efectos colaterales
Desgraciadamente, el jurado profesional no puede apreciar estos matices, entre otras cosas, porque ve la actuación de los concursantes la noche previa en una emisión mediante circuito cerrado llamada “Jury Show”.
Lo ideal sería que votaran la misma noche que el público en sus casas, a ver si con suerte se les contagiaba ese ambiente festivo que suele caracterizar a muchas de las propuestas de España. Pero me temo que ahora mismo eso es inviable porque el equipo técnico no es capaz de contabilizar al mismo tiempo las dos fuentes de votación y establecer las medias. Y si no, mira lo que ha pasado con el escándalo de las votaciones erróneas de Bielorrusia. De confirmarse este rumor, España habría recibido sus seis puntos por error. Todo a causa de la penalización impuesta por la UER al país por revelar antes de tiempo las votaciones de su jurado.
¿La mano negra de la UER habrá tenido que ver con la inesperada pésima posición de la cantante bielorrusa castigándola del mismo modo que a nuestra Soraya el año que Televisión Española no emitió la semifinal en la que votábamos en directo?
Otros en Eurovisión
No obstante, donde más duele y se palpa ese agravante al que me refería antes es en el hecho tácito de que, haciendo lo mismo que otros países, a éstos se los valora más que a nosotros. Para muestra un botón: la pareja de eslovenos que quedó por encima de Miki presentó una canción ambiental a medio tiempo parsimoniosa y sin vida, a la altura de la expresión congelada de la pavisosa de la cantante. Mientras tanto, su acompañante la miraba alternando amplias sonrisas con serios rictus mientras hacía que tocaba la guitarra. ¿No os suena esto de algo? El año pasado Amaia y Alfred presentaron un número similar —que por lo menos era a dos voces— y salieron escaldados. Los eslovenos pasaron de semifinales.
O la canción Lasha Tumbai del ucraniano Verska Serduchka —una mezcla entre Paco Clavel y Elton John— que versionó Eleni Foureira en el descanso y que obtuvo el segundo puesto en su edición, ¡no me digáis que no se trata de una charanga! A lo ucraniano, pero al final se trataba de una comparsa con menos exigencia vocal que de la que tuvo que hacer gala Miki. ¿Por qué a nosotros no se nos puntúa por montar el espectáculo?
Una cosa es llevarse el micrófono de oro —algo dificilísimo porque tienen que alinearse los astros y un sinfín de factores sociopolíticos— y otra muy distinta es que nuestra participación no tenga relevancia alguna, año tras año. Ni siquiera cantar en inglés —que le va tan bien a otros países como Grecia— surtió efecto el año en que Barei se puso en contra a la Real Academia de la lengua española.
Nuestro futuro en Eurovisión
A pesar de que amo el festival y de que siempre he mostrado una deportividad de la que hacemos gala los que lo conocemos bien, creo que Televisión Española debería dar un paso al frente e imitar a otros países tomándose uno o dos años de reflexión alejados del festival. Portugal lo hizo y ganó por primera vez. Es cierto que Salvador Sobral era mucho salvador, pero precisamente es bueno a veces tomar aire para idear con calma y detalle una propuesta interesante y encontrar al artista adecuado. O puede que el caso luso fuera cuestión de casualidad y que Salvador les brotara del cielo, ya que salió de una preselección nacional.
Sea como fuere, creo que es bueno darle la oportunidad a la UER de echarnos de menos. Que se lo digan a Italia, que estuvo ausente unos años y desde que volvió, tiene su sitio y su consideración. Y de paso que se apunte Reino Unido, el cual, corre siempre un peor destino que nosotros, que ya es difícil. Ellos, que son la cuna del pop.
Otros años apuntaba al equipo del ente público español —que también—, pero en esta ocasión, cuando veo los vídeos con la simpatía e ilusión que han caracterizado siempre a Miki durante su participación, me da más penica que el día mismo de la emisión.
Supongo que el año que viene volveremos a la carga. Y para más inri, volverán a cometer los mismos fallos. Y en el último momento, nos subirá el orgullo nacional… y volveremos a desinflarnos. La venda no se nos cae ni a tiros.