Hace una semana el baile de presentadores que los responsables de Mediaset España tienen puesto en marcha de forma constante dio como resultado que Chelo García Cortés tomara las riendas de Socialité, el spin-off de Cazamariposas y pieza clave en la parrilla de los fines de semana en Telecinco. María Patiño, la presentadora habitual desde su inicio y responsable del éxito consolidado del espacio, reaccionaba negativamente al enterarse en directo de que su bebé —así se había referido recientemente al programa por su implicación— iba a ser entregado por un día a su amiga y compañera Chelo. Todo esto pasó delante de un indignado Jorge Javier Vázquez, que reprochaba la actitud de la periodista gallega y dejaba muy claro que todo se trataba de un juego televisivo.
Esto ocurrió en el plató de Sálvame, escenario del reto que desafiaba a Chelo a presentar Socialité por dinero. Este contexto lúdico y de mofa —le propusieron a María grabarla con una cámara mientras veía el programa desde su casa— hizo que la presentadora se derrumbara. Pensaba que la estaban ninguneando: a ella y a su trabajo, según reconoció a la propia Chelo el sábado en Socialité. Por cierto, que Chelo lo hizo bastante bien para ser su primera vez y recibió críticas muy positivas desde redes sociales.
El nacimiento de un personaje
Estaba claro que había un conflicto abierto entre María y Jorge Javier. Por ello, esa noche, la cadena de Fuencarral preparó un rincón íntimo entre bastidores para que los presentadores y amigos pudieran acercar posturas. En medio del pasillo, Jorge Javier abrió su consultorio sentimental y le pidió disculpas a su amiga por las bromas que a ella le habían dolido tanto, no sin echarle en cara que no lo hubiera hablado con él en la intimidad. Ya, pero, ¿no estás teniendo precisamente esta conversación delante de todos los espectadores de tu programa? ¿Dónde está la coherencia?
Jorge Javier está en un punto en el que defiende que todo hay que hacerlo con humor y no tomarse las cosas de la profesión tan en serio. Es más, como si se tratara del sumo sacerdote de ese templo místico llamado Mediaset, prometió a su amiga que pronto alcanzaría una fase mágica en la que todo le resbalaría. Como el que alcanza la iluminación. María, por su parte, preguntaba ávidamente cuánto tardaría en llegar a ese culmen de la autorrealización y salir de la etapa tan oscura en la que se encontraba ahora mismo. Esta relación de maestro-discípulo o este rol de quien se dedica a divulgar bienaventuranzas es una constante ahora mismo en Jorge Javier.
Ya poco queda del chico “Ana Rosa” que, gracias a sus dotes de comunicador y valía, consiguió hacerse un nombre en el mundo televisivo. No sé si han sido las interminables horas de exposición —que solo le falta presentar el telediario—, o que paulatinamente le hayan dejado hacer lo que le dé la gana siempre que el audímetro respondiera, pero para mí, el personaje se ha comido a la persona. Jorge Javier se ha marchado para dejar sitio a “JJ”.
Las contradicciones de Jorge Javier Vázquez
“Yo soy la televisión” o “es que los presentadores potentes volvemos más tarde de vacaciones” son solo una muestra de su declaración de intenciones. La impostura de su personaje pretende que todos los que le rodean no tomen en serio sus bromas. El típico, “si ya me conocéis, ¿por qué os ponéis así?” Pero parafraseando a María Patiño, “no puede ser que el humor sirva como argumento solo cuanto te conviene”.
Estoy convencido de que el hecho de haber superado su episodio de ictus le ha conferido esa renovada filosofía de la vida, por otro lado tan acertada, pero Jorge Javier debería tener más presente aquella época en la que no quería ir a trabajar a Sálvame. ¿Cómo habría llevado tener en plató un troll metiéndose cada dos por tres con él y que cuanto más visiblemente afectado se le viera, el troll arremetiera todavía más contra él sin ningún tipo de piedad?
¿Dónde estaba ese humor y esa filosofía cuando pinchó el primer Gran Hermano de anónimos que presentó? Y al año siguiente fue peor. La audiencia dio la espalda a Gran Hermano Revolution y su actitud fue estar completamente a la defensiva sin reconocer ninguna de las críticas que se le hicieron. Tiempo después de su término, llegó a decir que España no estaba para realities con la que estaba cayendo ese otoño cuando se produjeron los disturbios asociados al 1 de octubre y el intento de referéndum de independencia de Cataluña. ¿Y entonces Operación Triunfo 2017, grabado en plena Barcelona, que fue un fenómeno social y televisivo, qué? De hecho, Jorge Javier confesó en su blog de lecturas lamentar no haberlo visto porque sintió que se había perdido ese fenómeno al que me vengo refiriendo.
El cazador, cazado
Y por si queda alguna duda del “vendo consejos que para mí no tengo” del presentador catalán, basta con recordar lo mal que llevó que Pilar Rubio, reportera de Sé lo que hicisteis, le pillara en una de las carrozas del desfile del Orgullo LGBTI en Madrid medio bebido y en unas condiciones que no le dejaron muy bien delante de la cámara. Y que conste que lo del beber no lo censuro. Quien esté libre de pecado… pero es que le robó el micro, se lo puso en el culo para hacerle burla… y el vacile se le fue de las manos. Pero claro, eso mismo que le hizo Pilar Rubio es lo que hacían los reporteros de su programa de aquel entonces, Aquí hay tomate. Con lo cual, lo de ser el cazador cazado no le sentó muy bien.
Si hay algo bueno que ha tenido Jorge Javier Vázquez es que ha sido valiente y auténtico a pesar de las críticas feroces hacia su persona y su forma de ser. Yo creo que hacía falta un Jorge Javier en la televisión para traer frescura, naturalidad al hablar de cualquier tema, entrevistas directas… pero el personaje en el que se ha convertido no deja hablar, interrumpe e impone su ley. “JJ” se ha convertido en aquello por lo que tanto critica a María Teresa Campos: en un magnate tirano que no acepta que se vaya contra él. Y probablemente cualquiera en su lugar hubiera acabado igual. Recibir tanto éxito y tanta atención constantes es perjudicial para cualquier ego.
No en vano, él mismo dice que todos los que se dedican a la profesión deberían ir al psicólogo. Pues ojalá el suyo le ayudara a recobrar la senda para desterrar a “JJ” y volver a ser simplemente Jorge Javier.